miércoles, 5 de febrero de 2014

Ser, no parecer. Cine con no actores.

Por Iván Lavín/Cine Oculto



El cine y el espectador han evolucionado juntos. El cine como ensueño, como evasión de la realidad y escape de nuestro sufrimiento cada vez va dejando más insatisfecho al público. La sed fue saciada con aguas dulces por un tiempo, pero el espectador serio empalagado de mentiras agudizó su gusto hacia lo real, hacia algo más sustancial. Ya no son tiempos de evasiones sino de espejos. El cine, a fuerza de las asfixiantes, como alarmantes, circunstancias contemporáneas del mundo, se ha convertido, para muchos, en un medio para la salvación de la conciencia, una ventana para reconocer nuestra humanidad y sensibilizarnos. Lo que antes en las pantallas nos distraía, ahora nos concentra en lo que somos. Aunque, claro, objetivos similares a este han surgido satisfactoriamente en toda la historia del cine, con los pocos cineastas serios en el arte, y con movimientos, por nombrar uno, como el Neorrealismo Italiano. Es en estos momentos  que el cine (y también el “Cine Mexicano”) se dirige, en esta trasformación, hacia un realismo transcendental,  por así decirlo, y  sin pecar de optimista,  puesto que es claro que son y siempre serán la minoría, pero, ¿acaso no son los cambios relevantes los que siempre surgen en la minoría?

 Es dentro de este desencantamiento que algunos  cineastas, en busca  de algo más profundo,  han optado por usar a los seres humanos dentro de sus películas como seres y no como representaciones, es decir, la idea de que un actor  interpreta a un personaje se ha deshecho a favor de algo más esencial, según ellos; la realidad intocable que emana  un ser, un humano, y no el esfuerzo por parecerse a otro, un actor.

El primer  director que más se interesó y estudió el tema a fondo fue Robert Bresson, aquel que dijo en sus famosas notas: “Respetar la naturaleza del hombre sin quererla más  palpable de lo que ella es”. Bresson les llamó ‘modelos’ a sus no actores (“Modelo. Su esencia pura”), estaba en contra de toda voluntad de actuar, él tomaba a estos seres como fragmentos de realidad, y sustraía de ellos su naturaleza virgen, era él  el que entraba a ellos para sacar su verdadero ser, los  limpiaba de su  Persona (máscara) y  se quedaba sólo con lo que eran, a la vez, les hacia repetir, las veces necesarias para entrar en el automatismo (sin razonarlos) movimientos y palabras necesarios para la película, así sus Modelos emitían una energía completa, sin forzarla y sin tener bloqueos. De esta manera el espectador puede sentir esta energía, por ser genuina, en pantalla; claro, esto sólo si el espectador se dedica a ver con la misma limpieza, cuestión que por ser el contemplador le será más fácil.

Para mayor ilustración de su teoría Bresson utilizó un burro, esto fue en su película “Al Azar Balthazar”, donde este animal es el protagonista, ¿acaso aquí podría haber, falsedad, presunción, juicio? Lo que el burro expresaba Bresson lo buscaba en los humanos, esta limpieza, que toda planta o que todo recién nacido trae consigo era lo que deseaba de sus Modelos, luchando por algo que tal vez en términos absolutos sea imposible. Bresson exigía la inocencia a toda costa.


Lo cierto es que  siguiendo  este método ante el espectador puede ocurrir un milagro: reconocer lo más secreto en él a través de un ser puro,  como con un burro. Por más raro que esto suene puede suceder, puesto que obviamente el burro carece de personalidad no  hay máscara que bloqueé o estanque nuestra identificación, ante tal desnudez no hay con qué sostenernos, nos fusionamos siendo uno con lo observado, como vernos sin ego, entonces se expresa lo más hondo de nosotros, aquello que no ha sido tocado ni alterado por nuestra sociabilidad ni psicología, nuestro “yo” más limpio (o nuestro "no yo") donde no llegan las palabras. Lo que sucede cuando el arte toca su punto final: traspasarnos.

     AL AZAR BALTHAZAR. 1966
                


“¡Qué  extraordinario es, en verdad, que un hombre sea un hombre!” - Baudelaire

Otro cineasta más contemporáneo ha seguido a Bresson en sus posturas de no actores, su compatriota Bruno Dumont está convencido de lo mismo, en principio, puesto que después sus inclinaciones sobre el asunto puedan variar. Dumont en una entrevista declaró: “Me gusta trabajar con la persona en sí, con la verdad de la persona, y lo que hago luego es deformarlo, transfórmalo”. Él inicia con una realidad que descubre para luego retocarla y manejarla a su gusto, tal vez sea menos exigente que Bresson, pero sigue trabajando a partir de la verdad de un ser, sin anteponer una ficción predeterminada, agrega después: “Lo mismo que trabajo con árboles reales, necesito un hombre de verdad”.

Este hombre de verdad está expresado en su película “La Humanidad”, Pharaon es el protagonista, un ser único, irrepetible, totalmente honesto y por lo tanto tan lleno de vida, profundo, familiar pero a la vez misterio. Es porque no trata de convencernos con un papel que es tan creíble, da la impresión de que no sabía lo que hacía pero hacia lo que es. Su rostro se convierte el rostro de la humanidad porque su expresión es como contemplar un pozo profundo donde cada quien se refleja, esa “vaciedad” que cada espectador puede llenar,  es la que se busca en el no actor.  Un espacio sacro.


“Extrae de tus modelos la prueba de que existen con sus rarezas y sus enigmas”
Robert Bresson.


 Algo que también  se busca en los no actores, y que hay que agradecer en Dumont, es el no caer en el estereotipo de rostro y cuerpo al que caen los directores vulgares, cada personaje en “La Humanidad”, como en la vida real, está muy alejado de las características a las que estamos acostumbrados a ver en cine, esto puede incomodar al espectador condicionado, pero si vemos con atención esto se convierte en un toque genial que hace a la película única y extrañamente realista. Los personajes se vuelven inolvidables por su peculiaridad, jamás los volveremos a ver.

    LA HUMANIDAD. 1999



“MODELOS: Movimiento de afuera hacia adentro.
(Actores: movimiento de adentro hacia afuera.)
Lo importante no es lo que me muestran sino lo que
me esconden, y sobre todo aquello que no sospechan
que está en ellos.
Entre ellos y yo: intercambios telepáticos,
adivinación.”
Robert Bresson.
  
Bresson repudiaba la idea de que el cine fuera teatro filmado, por eso se apartaba con sus Modelos. En el teatro el actor es esencial, es el corazón de la obra, tiene que gritar, su energía explota desde el escenario para empapar al público el cual sabe rotundamente que es un humano actuando, pero eso no importa, funciona porque el teatro es más abstracto, es símbolo. La noche o la lluvia no tienen que ser reales  o explicitas para sentirse. Son las emociones las que finalmente se vuelven reales. El teatro es un arte de representación y de emoción corpórea, en cambio el cine es credibilidad que lleva a la introspección, uno es el que tiene que entrar a la pantalla. Se tiene que entrar al mar para sacar los peces.

Amat Escalante cineasta mexicano que usa no actores comprende la retención de la energía y el arte de ocultar. En su película “Sangre”, Diego, el protagonista, es un hombre que dice más por su silencio que por sus palabras, su rostro, al igual que el de los protagonistas antes mencionados, expresa una universalidad que puede ser el rostro de todos los humanos. Diego es todo el dolor innombrable que los hombres callan, y lo transmite de igual manera, callándolo, es reprimiendo sus emociones que las expresa con mayor alcance. El silencio llega a las profundidades que las palabras limitan. El espectador podría adelantarse y decirle: no es necesario que digas lo que sientes, ni siquiera un grito, tu dolor es el mío, no es por lo que muestras sino por lo que ocultas que revelas lo más secreto de mi.


    SANGRE. 2005

Estos cineastas buscaban naturaleza pura, algo no razonado, no calculado, buscaban ese secreto en el hombre que ni el intelecto ni el dramatismo pueden alcanzar. Werner Herzog en una de sus primeras películas explotó el instinto humano: “También los enanos empezaron pequeños”, aquí no utilizo actores ni puso actuar a nadie, todos los protagonistas son enanos, aquellos humanos que dadas sus condiciones físicas no socialmente favorables no sienten ningún sentido del deber hacia las apariencias ni  hacia las hipocresías de lo “bien visto”. Ellos no tienen pavor  de  ser lo que son. Parece que Herzog en la filmación les pidió  hacer lo que se les viniera en gana, sin ningún control, sin ninguna justificación, sólo dejarse llevar por su instinto destructor. Los enanos lo hacían muy bien, simplemente estaban desquitándose de un mundo que no fue pensado para ellos.

Se trataba de captar esa energía que no sabe que está siendo observada, como espiar a un niño mientas juega. Estos directores están convencidos de que presentar esto en pantalla es mágico.

     TAMBIÉN LOS ENANOS EMPEZARON PEQUEÑOS. 1979


Si  las puertas de la percepción quedaran depuradas, todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito.- William Blake

“Las puertas de la percepción” es un ensayo que escribió Aldous Huxley, narra la experiencia que tuvo al ingerir mezcalina, una droga que es el principio activo del peyote. Las percepciones que experimentó según sus narraciones parecen ser aquello a lo que los cineastas  con sus no actores aluden y  quieren presenciar para captarlo. Huxley dice al observar unas rosas bajo el efecto de la mezcalina: “Eran nada más y nada menos, que lo que eran, una transitoriedad que era, sin embargo, vida eterna, un perpetuo perecimiento que era al mismo tiempo puro ser, un puñado de particularidades insignificantes y únicas en las que cabía ver lo indecible y, sin embargo, evidente paradoja, la divina fuente de toda la existencia.” Leyendo esto uno puede comprender más a qué anhelan tanto estos directores, aunque claro eliminando la droga. El reto es precisamente  que su cine sea una especie de droga visual; pero no en el sentido de deformar la realidad o alucinar, sino como un sedante que nos hipnotiza y baja nuestras guardias juiciosas. Un cine que con sus imágenes nos hace ver las cosas como si fuéramos niños: sin conceptos.

El cineasta mexicano Carlos Reygadas ha convertido esta cuestión en el mayor deseo de su cine, en algunas escenas lo hace plenamente y con mucho alcance. En su película “Luz silenciosa” unos niños están bañándose en un río, la escena está filmada sin prisa, la trama deja de importar, se da un espacio para que la naturaleza hable por sí misma, hay total libertad en los niños, se aprecia una armonía, todo es natural ahí, se pueden escuchar los ruidos más sutiles de la naturaleza, sonidos y silencios que solemos  ignorar por nuestra pretensión. Huxley también habla de esta conformidad en su texto al ver los pliegues de su pantalón: “Estas son las cosas que deberíamos de mirar. Cosas sin pretensiones, satisfechas de ser meramente ellas mismas, contentas de su identidad, no dedicadas a representar un papel…”.

Al final de la película Reygadas va más lejos con un anochecer. Desaparece y nos desaparece, deja que la naturaleza se exprese en el  sentido más intacto, nos volvemos  esa naturaleza, ya no hay observador, sólo presencia, nuestra mente queda en silencio. Una vez más en palabras de Huxley: “Estaba contemplando  lo que Adán había contemplado a la mañana de su creación: el milagro, momento por momento, de la existencia desnuda”.

    LUZ SILENCIOSA. 2007

Tal vez  todo esto le parezca desconcertante al espectador y también al lector de este escrito. Nos cuesta mucho trabajo descodificarnos del bombardeo de una cultura que sólo trata  de vender jugando con nuestros deseos y vanidades. Muchos aún se quieren ver en un Brad Pitt o  conformarse con desear a  través de un cristal  a  Angelina Jolie.

Incluso en nuestra vida real la mayoría actuamos o tenemos que hacerlo. Muchas de las formas de “triunfar”, o por lo menos de sobrevivir, en este sistema se basan en la simulación, en aparentar algo para recibir dinero o afecto. La sociedad está basada en la actuación, no nos vemos;  pero basta con que observen a su mejor amigo mientras duerme o mientras es poseído por un ataque de risa para que se percaten de su esencia. Se nos ha alejado de nuestra naturaleza, por eso es que si vemos a un ser que no esta actuando en una película nos puede parecer extraño y hasta ridículo, porque muchas veces queremos ver lo que deseamos y no lo que es, buscamos negarnos idealizando a  los hombres que aparecen en pantalla.

Los directores aquí mencionados buscan regresarnos a nuestra dignidad humana, pero como siempre  será, es al público al que le corresponde confirmar esto. Sabemos que lo que se desea hacer no siempre concuerda con lo que finalmente se hace, con lo que resulta. No hay reglas de oro en el cine, ni argumentos absolutos. Podemos ver que un no actor en verdad no expresa nada y  que sólo se está jugando al pulcro, como podemos ver que un actor profesional estudiado en cine realmente nos conmueve hasta la médula, que de hecho hay casos en que sucede. El público tiene la última palabra. Y si en tal caso aún no ha surgido ese público al cual estos cineastas se dirigen, ya surgirá, que hasta la naturaleza de las plantas necesita del riego para su crecimiento, entonces  puede  ser  que se capte lo indecible. Cuando esto suceda este público nuevo ya no dirá la última palabra sino que tendrá su primer silencio.


Para traer este tema a debate Cine Oculto hace la invitación al Ciclo: Ser, no parecer. Cine con actores no profesionales. Donde se proyectarán  y comentarán las películas aquí mencionadas. Se llevará a cabo en el Museo de Arte de la SHCP. Entrada libre. 6:45pm los días 6, 12, 20, 27 de Febrero y 6 de Marzo del año 2014.

martes, 4 de febrero de 2014

Luis Buñuel y el hombre que cayó de la cruz.

Por Iván Lavín/Cine Oculto

Dentro de la filmografía de Luis Buñuel se pueden encontrar, como en un universo complejo, infinidad de obsesiones, símbolos y bromas.  Aún ni el mismo Buñuel sabía o pretendía descifrar las imágenes caprichosas que su instintivo le dictaba, solamente nos ofrecía la libertad de su subconsciente con honestidad y pureza. Es por eso que su cine puede ser estudiado incansablemente y desde muchísimos ángulos, porque aún es un misterio.


Uno de los temas, de los muchos que se pueden analizar dentro del mundo de Buñuel, es un fenómeno que se repite en sus personajes, del cual vamos a hablar a continuación: El hombre y su anhelo por Dios, el homus religiosus, que nos lleva a lo que se puede nombrar como el complejo de Cristo. Buñuel se interesó tanto con este tema que realizó cuatro películas (principalmente) que hablarían de lo mismo, desde diferentes puntos y niveles, pero con una misma conclusión: Quien busca su ideal en las alturas sufre la realidad como caída. El hombre cae de la cruz que él mismo se construyó.



Francisco en El (1952),  Nazarín (1958), Viridiana (1961) y Simón del desierto (1965) son los personajes que toman esta actitud psicológica religiosa.



Comencemos tomando el factor común de origen: su individualidad. Cada uno de los personajes está aislado en su propio mundo lo cual inevitablemente lleva a la creación de sus realidades subjetivas, esto provocará enfrentamientos constantes con el exterior y con los demás. Vemos que este aislamiento es totalmente intencionado “mi deseo sería no volver a ver el mundo” es una de las primeras frases que dice Viridiana  y algo parecido dice también Nazarín, “Haré lo que siempre he deseado, irme al campo donde podré sentirme más cerca de Dios”, vemos entonces que por su propia naturaleza desean evitar a sus semejantes, aunque en apariencia muestran compasión por ellos, su deseo más profundo es vivir lejos y solos, deseo que tiene sus raíces en un miedo al mundo, un miedo a los demás y esto más profundamente no es otra cosa más que el miedo a uno mismo, a los instintos y la naturaleza de uno mismo. Es regla de las personas idealistas no verse como realmente son, dentro de todo idealismo hay una repugnancia hacia lo que es, hacia la realidad, “La más despreciable de tus creaturas, es el hombre, señor, su sola presencia me aleja de ti” dice Simón del desiertoque odia su envoltura humana y se refugia en su sed hacia lo divino, queriendo alcanzar el cielo ve desde arriba a los hombres como hormigas, mismo odio que Francisco en Él, desde las alturas, no disimula: “Yo desprecio a los hombres, si fuera Dios no los perdonaría nunca” él es tal vez, de los cuatro, el que menos busca una justificación “religiosa” pero psicológicamente no presenta gran diferencia del resto de los Cristos. Cada uno se esfuerza por construir una realidad que vaya con sus ideales, cada uno forma su mundo para no ver la realidad.


   Simón de Desierto.1965


“Mi tribunal es el de Dios y a Él me remito, acepto con resignación el sufrimiento que por tantos caminos de la maldad humana pueda llegarme”.Nazarín


Otra característica de estos individuos es su orgullo, un orgullo tan profundo que se disfraza en humildad. Vemos que aman su sufrimiento y su papel de mártir les es de mucha ayuda para afirmarse a su “virtud”, se defienden de cualquier compasión hacia ellos  porque no les conviene recibir ayuda, de otra manera no tendrían de qué sentirse orgullosos, vemos entonces que todos sus sacrificios son sólo el egoísmo de una ansia de salvación, Simón es el más extremo en esto, se ha separado completamente de los demás, en cambio Narazín, que  parece ser el más honesto y genuino de estos personajes,  aun se interesa  por la humanidad (tal vez por eso su final es el más impactante y trágico de todos). Este orgullo, de no dejar que nadie intervenga en su mundo, les es necesario para autoprotegerse de la realidad que los golpea, temen sucumbir ante ella, ninguno quiere ver lo tiene enfrente, prefieren ver hacia el cielo o hacia una meta, esperan algo, ya sea la justicia personal según Él o la justicia divina según Nazarín. Este deseo profundo y personal, es, en esencia,  la fuente de su desgracia.


     Nazarin. 1958


Los demás.

“A mí qué me importa la parte contraria” dice Francisco, demuestra que es la guerra del individuo contra los demás, estos personajes se han creído “separados” o “únicos”, aunque es obvio que toda persona tiene algo de único y en ocasiones cada persona se siente especial de los demás, ellos, en extremo, han imaginado esto, haciendo una separación excesiva, formando así su verdad contra todos.

También es interesante el contraste que nos hace ver Buñuel, su personaje autoidealizado es víctima de la humanidad en su estado más animal, la desastrosa fiesta de los vagabundos en casa de Viridiana, el ciego que golpea a su hija cuando Nazarín no está para darle limosna y el hombre que recobra sus manos con indiferencia por un milagro deSimón, nos demuestran que cuando los hombres reciben, sin justicia, milagros y limosnas se esta sembrando también la avaricia en ellos. Buñuel nos advierte que si alguien obtiene gratuitamente, a manos llenas y sin dar algo a cambio, esto sólo le provocará egoísmo. Parece como si la virtud de estos idealistas sólo sirviera para evidenciar la maldad humana.Nazarín con sus buenas intenciones enciende la flama del mal que hay en los hombres provocando un asesinato entre unos trabajadores “eso de trabajar por la pura comida nos perjudica a todos”. Entre la maldad humana el bueno puede causar violencia con su bien, como si un acto bueno en lugar de apagar el infierno avivara más las flamas.

    El. 1952

La caída.

Estos personajes están en resistencia constante, en contradicción interna entre lo que ellos creen que deberían de ser y lo que de hecho son, al final el peso de la realidad es más grande. No conocieron vitalmente a los humanos ni quisieron conocerse a sí mismos sin juzgarse,  la moraleja que nos dejan es que no se puede cambiar el mundo sin antes entenderlo, sin antes verlo como es, pero el mundo es el que los alcanza a ellos y esto es su despertar o su caída.


Viridiana pudo haber despertado desde el suicidio de su tío, pues entra en una crisis emocional-espiritual,  pero el sentido de supervivencia de su estado “espiritual” es protegerse con otro acto extremo: dar alojo a los vagabundos. Suele suceder que cuando alguien presiente  estar equivocado en aquello en lo que deposito tanta fe, tiene tanto miedo a aceptar su error, a estar en una mentira, que siente la urgencia de ir más allá de sus límites, a hundirse en su fe como última desesperada esperanza, se prende el ultimo cerrillo, el cual puede incendiar la casa o mantener la vela encendida. Al final un intento de violación es lo que la despierta. Después Viridiana se arregla y se mira con un espejo roto, símbolo de la pérdida de su imagen. Limpia sus últimas lágrimas para arreglarse el cabello, e ir con su primo y presentarle a la una nueva Viridiana.



Simón del desierto, que está representado más en parábola, es llevado por el diablo para ver la realidad, el nihilismo juvenil, el fin de su religión. Él esta aun seguro de que encontrará su templo, pero el diablo le dice que su casa la habita otro inquilino, (¿tal vez el Papa?) dejando así al anticuado Simón sin lugar en este mundo.



Francisco es un caso interesante, parece que él terminó donde los otros tres personajes comenzaron, su paranoia se agudizó en lo religioso, torturado por una realidad que no comprendió ahora tiene consuelo de otra, “Murió el pasado, aquí encontré la verdadera paz del alma” dice Francisco en el monasterio. Al final su camino en zigzag aclara que su obsesión cambió de objetivo pero su patología sigue siendo la misma.



Nazarín presenta el más ambiguo de los finales. ¿Por qué se resiste a recibir la piña como caridad para después aceptarla con espanto?  Cuando Jesús supo que todo estaba consumado, para que se cumpliese la escritura dijo: “tengo sed”. Tal vez Nazarín es el único que alcanzó la crucifixión, ya no está aterrorizado porque su mundo sea una mentira sino porque ya es una realidad innegable para él, un destino de Cristo que persiguió y que terminó alcanzando. Esto es más o menos como un despertar dentro del sueño, volviéndose lo soñado la realidad. Uno no sabe que es peor, si descubrir que todo era mentira o saber, ya sin duda, que todo es cierto.


    Viridiana. 1961


Así fue el destino de cada uno de estos personajes, y este fue un breve intento de catalogarlos más o menos en el mismo camino, aunque entre ellos se escapan diferencias enormes, desde el extremo Simón hasta el noble Nazarín, cada uno es interesante particularmente y en general. Al final descubrimos que a pesar de todo eran humanos, demasiado humanos, y que todos nosotros alguna vez hemos sido, o somos, muy similares a ellos.


Si hay interés en ver y comentar las películas aquí mencionadas. Cine Oculto organiza un ciclo centrado en este tema. Se llevará a cabo en el Museo de Arte de la SHCP. Moneda 4, Centro. Cerca de Metro Zócalo. Todos los miércoles de enero 2014.  19:00pm ENTRADA LIBRE. Se debatirá la película con el público al finalizar